jueves, 10 de noviembre de 2011

Los mil golpes.

Y la desventurada historia de “Los 400 Golpes” de Truffaut.


Ver los 400 golpes de Truffaut es recordar con nostalgia el olor a lápiz, al desorden del recreo, a los castigos inútiles, a las aventuras, aquella amiguita… a los compañeros de hazañas, a montarse al bus por la puerta de atrás, a las maquinitas, a los amores y porque no; a las pelas y castigos. Todo ello es una infancia común y casi homogénea en las personas, es recordar y a la vez vivir de nuevo, porque todos fuimos en cierto modo un Antoine Doinel, así sea solo por escenas, solo por instantes.
A sus 27 años este genio del cine, acusó seguramente a sus vivencias, a la rebeldía propia de los adolescentes para que de igual manera insertar en la historia del cine una obra más de Nouvelle vague, que ante todo era un rechazo al convencionalismo del cine francés buscando aún más subjetividad y libertad a la hora de hacer cine. Y de esta manera tratar historias personales inherentes a la libertad buscada desde la revolución francesa.



Los Cuatrocientos Golpes es una obra impregnada de emoción, risas y sentimientos en toda la hora media del film, que más que una historia se convierte en una máquina del tiempo impaciente, y permanente minuto a minuto.
La historia de Doinel es más que un Tom Sawyer, es más que la de Los olvidados de Buñuel, porque es capaz de mantener en vilo el desenlace de un joven aún casi niño que se debate en el sentimiento de vivir su ingenio y asumir su realidad de una forma madura y calmada, pero a la vez el espectador se convierte en cómplice de sus aventuras, vive sus hazañas y alcanza hasta percibir la situación.
Sin el ánimo de venerar la imagen biográfica de Doinel, se podría decir que la obra de Truffaut es en sí la vida de un personaje de principio a fin, quizá del mismo cineasta o quizá de la espereza de querer serlo. Específicamente en Los Cuatrocientos Golpes es una mirada subjetiva a una historia realizada de un sinnúmero de anécdotas enmarcadas en los primeros fotogramas de la gran París; símbolo de libertad.



La historia inicia dejando muy claro las injusticias que tiene que vivir cualquier niño; un castigo injusto e inútil, y una consecuencia fatal en la vida común de cualquier infante. Sin embargo la historia no es una colcha de historias unidas entre sí, sino más bien la ejemplificación y justificación de los golpes sufridos por el personaje fotograma tras fotograma.
Cualquiera podría decir que lo vivenciado por el personaje es normal y estoy sumamente de acuerdo, que la historia no es ajena a todo el mundo, pero los antecedentes del personaje convierten en Los Cuatrocientos Golpes en un film lleno de emocionalismo y particularidad, ya que la vivencia de sus padres y la realidad de su vida, justifican en cierto modo la rebeldía de Doinel.
Catalogar la historia como una línea tradicional no se estaría mintiendo, pero a la vez se omite. La razón es que cada historia desenlaza claramente, ayudando a desentrañar una general que podría terminar inconclusa. Sin embargo es claro que el nudo de la historia de Doniel dentro de los cuatrocientos golpes es cuando es entregado a las autoridades y es despreciado por las personas que están a su alrededor.
El personaje podría entrar en un conflicto interno que es asumido con tranquilidad por el niño, pero a la vez hace que desenlace huyendo sin destino programado, sin lugar predestinado, sin un fin específico.
Doniel llega al mar, al que quería conocer así lo que venga no sea lo más esperado. Es que los hombres disfrutan su libertad sin saber aún que les espera, pero la libertad ofrece un clímax tan desbordante que el resto es asumido en su tiempo y así nos lo hace saber Truffaut que por más que deseemos dejar a Doniel en una casa tranquilo y satisfecho lo deja a merced propia como lo es la vida real.
Así pues, Los Cuatrocientos Golpes es una película sincera, cruda y realista; impregnada de ideología y de reclamación, por ello se convirtió en la puerta de entrada a lo que se llamó la Nouvelle vague, a este cúmulo de ideas que en el cine hacen perturbar lo normal, lo tradicional; llegando así a lo deseado, a lo personal, que es lo que nos hace libres.
Evidenciamos como la autoridad no es siempre justa, como es inclemente y arrasadora, cruel y sin misericordia. El film nos ejemplifica que hacer las cosas según la norma no siempre nos traerá buenos resultados, que mucho esfuerzo puede ser considerado como algo abrupto como algo mal intencionado, como un delito.
Los cuatrocientos golpes, son más de mil, son insaciables, son por siempre, porque la realidad del film es tal como las imágenes de la gran París: son perennes tatuadas en nuestra piel, porque así es nuestra vida. Por ello no serán 400, sino miles los golpes.

miércoles, 23 de marzo de 2011

Diarios de motocicleta, creo que he visto una luz...

Hace poco murió Alberto Granado, el gordo , bioquímico, amigo de Ernesto Guevara La Sena en su juventud, de aquel del que sólo existían pequeños bocetos del personaje que llegó a ser para Latinoamérica. Con su muerte rememoré Diarios de Motocicleta (2003) de Walter Salles, recordé ese recorrido que no fue más que una pincelada sobre el lienzo dejando como producto un retrato vivido de América del Sur; las injusticias, el dolor, el trabajo que vivieron nuestros hermanos en los años 50´s y que aún siguen soportando 60 años después quizá con más vehemencia y crueldad.

Ese recorrido aventurero de dos jóvenes, al comienzo sobre las llantas de la Poderosa, por toda latinoamérica, pasando por Argentina, Chile, Perú Colombia y Venezuela, fue llevado a la pantalla de manera hermosa, resumiendo 14.000 kilómetros en casi dos horas de historias, de recuerdos, de fotos reales de los pasajes vividos de estos dos personajes. El amor, el desengaño, las lágrimas y el dolor conjugados solemnemente en la historia latinoamericana y en la historia del cine, en un road movie cultural, ideológico y por supuesto calificado.

La película de Salles en su momento recibió innumerables comentarios positivos, más de veinte premios en diferentes festivales del mundo y Jorge Drexler el Oscar por mejor Banda Sonora, sin embargo se ha dejado atrás el significado que puede tener el film referente a lo humano que tiene en cada fotograma y sobre todo la edificación ideológica de un personaje de la historia reciente.

Diarios de motocicleta es un híbrido de todos esos sentimientos, es imposible verla y negarse a una aventura, a cruzarse un río, en asistir algún necesitado, así sea sólo en el pensamiento. Diarios de motocicleta fue hecha con la piel de cada latinoamericano, a cada uno puede tocarle un fragmento de la película y recordar así de dónde es.


Así pues, la muerte del testigo del viaje legendario, Alberto Granado, me ha hecho recordar y volver a ver la película, y no sólo eso, escribir por primera vez sobre ella, y de pronto también fantasear con los paisajes no sólo de todo el continente, sino el de mi tierra misma. Diarios de motocicleta es tan latinoamericana, como cada uno de nosotros a nuestra tierra, por ello sólo ven esa luz al otro lado del rio, los recorren en espíritu aventurero nuestro continente, solo los que piensan para él, y sobre todo los que moriremos en él.

De la película me gustó casi todo, por ello no es importante mencionar lo poco insatisfecho que pude quedar al verla, sino más bien de lo que suscitó en mí y que quizá en muchos más y es que hay una esperanza, al otro lado del rio siempre hay una luz que no es que tengamos que seguir como zombies, sino más bien, tenemos que vivir, pensar y polemizar nuestras vivencias, nuestras vidas, nuestra tierra.

lunes, 7 de marzo de 2011

El Cisne Negro, Las pesadillas no se recuerdan.



De las películas recientes, que han pasado por los premios Globo de Oro y posteriormente por los Oscar´s, la que menos interés me suscitaba y me incitaba a verla, es justamente el Cisne Negro. Dejé para lo último un deleite de pesadillas, de músculos detallados, de zapatilla en hurtadillas y de la majestuosa actuación de Natalie Portman.
El Cisne Negro, es una historia de una bailarina que lucha contra sí misma para protagonizar una obra llama el Lago de Los Cisnes; es una mezcla de pesadilla, auto análisis por parte de la protagonista, donde en la obra sufre una transformación de un cisne blanco a un cisne negro. Esta trasformación es sufrida por el mismo personaje, que termina en autoagresiones y dejando al final una obra psicológica que deja en uno en un caos mental que nos aferra al film.
El Cisne negro en sí, es un mar de obsesiones y caos; algo muy común de su director Darren Aronofsky quien es recurrente en plasmar en la cinta el caos mental de los personajes, donde las obsesiones llevan a descenlances fatídos y donde cada fotograma te acerca más a la muerte que la vida misma.
Aronofsky en obras como Requiem por un sueño (2000), Pi (1996) , The Wrestler (2008) y ahora el Cisne Negro tiene la manía afortunada de convertir a sus personajes en entes oníricos donde sus obsesiones llegan a la muerte o al menos cerca de ella, pasajes donde la mente tiene poder sobre ellos y peor aún pierden el autodominio de sí mismos.
El Cisne negro cuenta con ambientes sacados de sueños, de pesadillas y del interior de los conflictos de los protagonistas. Uno tiende a despistarse o perderse en la historia, sencillamente porque es imposible recordar un sueño y porque es necesario estar despierto.
Uno no deja de preguntarse como Portman logra hacer un papel tan exquisito, si no es bailarina, como logra bailar y tonificar su cuerpo, como es posible que realice bailes tan armónicos para la obra. Sin lugar a dudarlo es más que merecido el reciente galardón otorgado, sin embargo el trabajo de Arnofsky es impecable, es cómplice de la actuación de Portman, logra convertir en imagen el conflicto interior de Nina, y finalmente deja un film digno de admirar.
No quiero decir que dejé para lo último la mejor película, sigo siendo partidario de True Grit, pero si me sorprendí del Cisne Negro, de su transformación, de su psicología, de su interpretación. Obviamente no quedé queriendo ser bailarín como ha pasado con otras películas, pero quedé aburrido, no por la película en sí, sino por el conflicto hecho casi real que plasmaron director y actriz, el Cisne Negro no es más que una pesadilla que no sé si recordaré.

lunes, 10 de enero de 2011

El Western no había muerto, andaba de parranda.

Sobre True Grit de los Hermanos Coen.

El western siempre deja en nosotros un recuerdo de infancia, un recuerdo de aventuras, un recuerdo de libros pequeños de bolsillo, de las primeras lecturas de muchos, y el apasionamiento por las armas para otros. Es que es imposible dejar al olvido el olor al heno que nunca ha estado cerca de nosotros, el pasto quemado por el sol inclemente que choca en las chaquetas de cuero de los vaqueros, los caballos veloces y las pistolas de cañón largo.



Gracias a este género sabemos que es un Sherif, un duelo, y un bar; gracias a estas películas conocimos Texas, los desiertos y los pueblos fantasma. Sin embargo al hablar de ello es común caer en la melancolía del pasado, es normal pensar de más para traer imágenes a nuestra cabeza, no existen películas western que revivan en nosotros las imágenes de nuestra infancia o de un tiempo pasado.
El cine y sus realizadores habían prácticamente olvidado este género, se había muerto, excepto algunas experiencias, como el heno cuando rondaba en los pueblos, como un caballo en el horizonte. En la historia reciente habían surgido sólo dos películas que reviven el western en historias dramáticas: Unforgiven (1992) de Clint Eastwood y Danza con Lobos (1990) de Kevin Costner, ambas ganadoras del galardón de mejor película en los Globo de Oro y Premios Oscar´s.
Sin embargo son ajenas al verdadero western, fueron hechas con la intensión de western, pero no alcanzan a serlo, se alejan a los temas de la venganza, la persecución, y la consecución de los objetivos propuestos en el viejo oeste.
Ahora se postula como otra película a ganar el famoso galardón, es True Grit, de los Hermanos Coen. Un verdadero western, con esenciales actuaciones y fotografía casi postal, perfecta.



Ethan y Joel Coen no sólo han realizado una película sin precedentes, sino que se han ganado el reconocimiento en taquilla en los Estados Unidos que en sólo tres semanas recaudó 110 millones de dólares en sólo tres semanas.
True Grit (2010) es la segunda versión de este film, que se realizó dirigida en 1969 por Henry Hathaway y que cuenta con la singular actuación de Jhon Wayne, que lo hizo merecedor del Globo de Oro y Oscar´s como mejor actor.



Es decir que el reto era aún mayor; primero por el resurgimiento del western, segundo por el punto en alto dejado en 1969 y tercero por luchar en taquilla con películas como Biutiful de Alejandro González Iñárritu y El discurso del Rey de Tom Hooper.
De igual manera los hermanos Coen como en una gran composición de los Hermanos Lebrón, han estallado en nuestros oídos rítmicas insolubles convertidas en imágenes que saborean nuestros sentidos en total, que rememoran a un alguacil alcohólico y tuerto llamado Rooster, que Wayne dejó en la memoria de muchos y que Jeff Bridges revive de manera implacable.
True Grit revive muchos elementos, rescata muchos conceptos, es el regreso a un buen cine con fundamentos en la historia misma del cine. Es una propuesta nueva dentro lo nuevo, porque no hay que inventar el agua caliente que ya existe, impresionar es también recuperar y realizar de manera adecuada, ya que cuenta con precedentes difícilmente superables.
True Grit es la película, que no sólo debe romper en taquilla, sino esa tendencia de evitar lo clásico, lo perenne y lo que realmente es base del cine que hacemos ahora, en buena hora el western regresa. Que se ausentó por un tiempo, al menos el bien hecho, regresó gracias a los Coen con mayor fuerza, ojalá siga una serie de películas y no sea solo u hito desaprovechado. De pronto el western no había muerto, más bien como dicen en mi tierra andaba de parranda, andaba de fiesta para llegar con más ganas.

lunes, 3 de enero de 2011

La Cámara asustada - El último exorcismo (2010)

Sobre El último exorcismo de Daniel Stamm (2010)

Sin lugar a dudas, la cámara se convierte en la varita mágica de todas las producciones cinematográficas. En síntesis sin cámara o un ojo que da perspectiva, no existiría el cine. Así pues, este arte depende de una apertura focal para permanecer en nuestra retina y luego en nuestra memoria casi por siempre, porque hasta las buenas películas se borran en nuestra memoria.
La cámara no registra imágenes, ella narra por más voz en off que haya, por más evidencia de las imágenes, por más imaginación que tengamos los espectadores. Cada corte, cada plano, cada foco cada cuadro… son caracteres imborrables de una narrativa coral que existe en el cine que lo hace vivir.
En los inicios del cine, la cámara no era más que un avance científico. Luego ofreció una mirada de espectador de teatro; estática e inerte, pero luego se dio inicio al espectáculo: la cámara de Meliès era un acto circense, aparecían y desaparecían personajes, convirtiendo lo irreal en posible.

Más tarde la cámara es un personaje más dentro de las historias, hasta tiene la facultad de engañar y de opinar. Nos involucra en los guiones haciéndonos parte de ellos, nos cuestiona y nos comunica. Como en la escena final de un Verano con Mónica de Bergman, se rompe para siempre el muro que existe entre las historias de las películas, sus personajes y el espectador. Mónica mira fijamente a la cámara desafiando al que la ve como queriéndole decir ¿Me vas a juzgar?
Ahí se rompe pues, el paradigma de la cámara, se quiebra para siempre la eminencia de la cámara y se convierte en acompañante permanente de los dos lados: los personajes y el público. La cámara toma vida, y nos sumerge en las torrenciales aguas de la ficción y lo real.
Esta herramienta se transforma luego en lo que se llama, falso documental o metraje encontrado, se empieza a utilizar en los 80 con Holocausto caníbal, y desde entonces el cine de terror la ha empleado con frecuencia, quizá porque de vivir una realidad tan fuerte, ya no nos asustan tan fácil.
Así el joven alemán Daniel Stamm dirige la película El último exorcismo (2010), un falso documental del pastor Cotton Marcos, quien desea hacer un película para demostrar las presuntas farsas de las posesiones demoniacas. Este film al igual que El proyecto de la bruja de Blair (1999) y Actividad paranormal (2008), son películas que podrían cuestionar si sobre lo que se ve es verdad o no.
En términos generales un espectador común de cine no está acostumbrado a ver documental y cuando evidencia un cine como el mencionado suele confundirse, logra fácilmente el film su cometido.
La historia de Nell Sweetzer personificada por Ashell Bell, está en las redes sociales y pasa al demonio de su posesión por medio de los mensajes que deja en los muros de los perfiles. Suele acercarse a la realidad, así sea por un computador para engañar a todos.
Claro está, que esto no quiere decir que “comamos entero”, y que le demos fiel credibilidad a un historia paranormal, además cuando vemos evidentes cortes al final de la película que demuestra que la historia no es un documental real.

El último exorcismo hace un trabajo documental casi perfecto en las dos primeras terceras partes del film, luego cuando el espectador ya está inmerso en la historia, cambia la perspectiva de la cámara y ya deja notar su descuido para continuar con su seudo documental.
La cámara nos involucra en el engaño que comete el pastor Marcus, nos hace cómplices, luego nos trastorna y por último no engaña, pero lo hace mal. Este tipo de films me gustan en lo personal, me atrapan y me quedo hasta el final, pero este género en todos los elementos debe mantener una armonía y sincronía. No es recomendable ser descubierto de una manera tan evidente y caer el viejo cliché que la cámara no hizo nada.
Por momentos la cámara de El último exorcismo se asusta con nosotros, se cuestiona, se convierte en un espectador más. Esta es sin duda la característica más importante de este género, porque el suspenso es más latente, siempre trata descubrir el culpable de los acontecimientos…siempre está ahí, sin delatar a nadie, a pesar de saberlo todo.
En buena hora se derrumban los prototipos cinematográficos, y estos nuevos elementos invaden nuestras salas de cine, pero hay que tener en cuenta que debe ser impecable, lúcido y permanente.

anfemo85@hotmail.com

B de Venganza

Machete, de Robert Rodríguez.


Machete es la primera película de una posible trilogía, con la que Robert Rodríguez abrirá los ojos de los espectadores llenándolos de imágenes grotescas, alarmantes y sobretodo sangrientas. En este film Rodríguez rememora ese cine violento de los años 80´s, donde el mal gusto prevalece en imágenes despertando ese espectador morboso, curioso, ansioso y deseoso de violencia.
Machete, estrenada en Estados Unidos desde el pasado mes septiembre, llega a Colombia mostrando un cine violento, con una historia fantasiosa casi sacada de un cómic, donde Machete, personaje principal interpretado por Danny Trejo un viejo de 66 años, traza un plan vengativo por una traición o trampa que le costó la vida de sus familiares.
De nuevo Rodríguez incursiona el cine de serie B, donde seguramente prevalecen las imágenes a la historia misma. Donde rondan actores en decadencia como Trejo y en cierto modo hasta el mismo Robert de Niro. Sin embargo no es un cine del todo B, más bien sería algo como C o algo desconocido, más bien la fórmula utilizada por el binomio Rodríguez-Tarantino que saca e esquemas a un film que avanza hacia lo bizarro, aunque sea de presupuesto para una película tipo A.
Machete no sólo se gastó 20 millones de dólares, sino que cuenta con actores y personajes reconocidos en su reparto como Jesika Alba, Steven Segal, Linsay Lohan, Trejos y de Niro. Es una película que recapitula los saltos malabarezcos y esquiva balas de El Desperado y resalta imágenes previas al acto de una película de porno o triple X(escena en piscina entre Lohan, Rachel Marek y Trejo)
Así pues, temas como la religiosidad, el sexo, la venganza, la muerte, la droga y la inmigración, hacen de Machete un film hipertextual bañado por una salsa de sangre y acompañado de cuchillos, machetes, balas y armas; además de humor al gusto para ser degustado por espectadores hambrientos.
Es decir, que Troublemaker de la mano de Rodriguez expresa a boca abierta y llena lo que dice April (interpretado por Linsay Lohan), cuando su padre le reprocha por tener fotografías obscenas en una página web, “el público me quiere a mí y así”. Eso es lo que queremos ver todos de cine bizarro y grotesco de Rodríguez servido con finas hierbas y en vajilla de plata.
Machete no se gastó 200 millones como otras películas, pero su director tiene también la magia de hacer películas de 7 mil dólares como El Mariachi y sacarle rentabilidad como cualquier superproducción hollywoodense.
Rodríguez no solo puso el machete en la llaga mostrando imágenes que a todos nos gusta ver, sino que la película que nació como un falso tráiler en Grindhouse, tiene una temática que es centro de polémica actual y es nada más que el de la inmigración.
A este director no le importa herir susceptibilidades con imágenes que parecen salidas de un video juego, sino que también coloca en tela de juicio la moralidad política en temas como el de ingreso ilegal a los Estados Unidos.
Ver machete me trae a la memoria una película del 2004 llamada Un día sin los mexicanos de Sergio Arau, donde el tema de los inmigrantes en los Estados Unidos, tiene un tratamiento dirigido mas a suscitar la sensibilidad y el buen trato hacia estas personas. En cambio Rodríguez es más tosco, satírico y fuerte, además produce una película no solo fuerte en sus imágenes, sino en la temática misma.
Este tema no es desconocido para él, ya que nació en Texas, específicamente en San Antonio, donde la inmigración es evidente y clara, por ser ruta al interior de los Estados Unidos. El tratamiento es claro, es denunciante y alegórico. Rodríguez se basa en la historia de venganza de Machete para soportar una denuncia clara o más bien un punto de vista frente a la problemática. Muestra dos perfiles; el del inmigrante y el del ciudadano estadounidense, se burla de las costumbres y errores de ambos aunque al final ganan los inmigrantes.
“No sé porque no queremos que entren a nuestro país, si los metemos en nuestras cocinas, jardines y casas” dice un personaje durante la película. Mostrando aún más una intencionalidad de perspectiva clara. Rodríguez expresa lo que quiere ver su público y obviamente lo que él quiere. Así a muchos les parezca grotesco y de mal gusto. Su cine ambientado por vísceras y sangre que sale a chorros de las heridas, abre otras más grandes por la temática, pero a pesar de ser “su tierra”, la película sale, se estrena y ahora goza de buena acogida como lo demuestran las taquillas
Una historia de venganza, hace de una película de serie B, una obra la cual hipertextualmente aborda temáticas actuales, un película que con mediano presupuesto hace cosas bien hechas de bajo presupuesto, y en conclusión una perfecta película que quedará en la memoria de muchos.