Hay películas que son como hacer el amor, siempre hay un sentimiento, pensamiento que nace de ese acto tan elemental y tan profundo para la raza humana. Así es El Amante del director francés Jean Jacques Annaud, un sentir constante y permanente que continua cuando ya han finalizado los créditos y se disuelve en nada el piano de Gabriel Yared.
El Amante es sumergirse en una piel lujuriosa, pecaminosa e inolvidable, o quizá si olvidable porque al recorrer los primeros planos recordé haberla visto en algún momento de mi vida, pero sin duda significa para mi la vivencia de un éxtasis tántrico de principio a fin.
Películas como ésta hay muchas; donde un adulto navega las sendas del amor prohibido con pequeñas que apenas recorren su adolescencia. Cómo olvidar El último Tango en París de Bernardo Bertolucci o Lolita de Adrian Lyne. Sin embargo, El Amante va más allá deslizándose entre el pecado y el amor, entre lo permitido y lo prohibido, entre el bien y el mal, produciendo una incertidumbre y desazón que enamora y que no permite despegarse del film cual espectador voyerista.
Cada detalle, cada plano indecente: los labios, piel lozana, los ojos, permiten deslumbrar la belleza de Jane March quien interpreta a la joven protagonista y que aun siendo una menor de edad logra mostrar una mujer amorosa sin dejar de ser inocente, tímida y abnegada. Ella, que enamora desde la baranda de un barco con su sombrero de hombre sobre el rio Mekong, desafía la cultura machista oriental para imponer lo que quiere y lo que es.
Ese temperamento que enamora, que enternece cualquier tigre hambriento y desolado, y que entristece cuando abandona, logra trasmitirlo aquella jovencita de sólo 15 años que no espera nada y que sólo en su vida desea escribir. Así es este amor, un amor legible entre las letras de Margarite Durás, un amor sincero, autobiográfico que nace de la posguerra y que se reposa en su mayor expresión en un cuarto de soltero en Saigón, una ciudad saturada de gente, de desperdicios, de tráfico y polvo.
Siempre los prejuicios sociales permitirán emitir juzgamientos a un amor entre una joven, blanca, pobre y un chino rico, refinado y adulto. Aparentemente este amor no es más que el interés de una persona por dinero o simplemente placer. Para la sociedad no es posible que los sentimientos se apoderen de las personas y saquen lo mejor de ellas. El hombre chino, interpretado por Tony Leung Kar Fai, delicado, impecable, tierno y apasionado, permite comprender la incapacidad del ser humano de seguir sus convicciones a sublevarse a las de una sociedad hipócrita, trasgredida y reprochable.
El Amante te enamora, te seduce y luego te deja, así es la película de Annaud, espero en algún momento de mi vida leer la novela de Margarite Durás y volver a extasiarme en un acto de amor claro, fotogénico, auténtico y mordaz, espero volverlo hacer con esta película en otro momento de vida y mirar si este amor en el que me sumergí lo abandoné al olvido como en una primera oportunidad.
Ver el Amante es como hacer el amor, espero no volverlo a olvidar.
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