En un teatrito libertino de la
brumosa Nueva York de los años 20, Eva Cybulska (Marion Cotillard) inmigrante
polaca responde las preguntas de un Mago que la busca como voluntaria para un
acto que nunca concluyó. ¿Cómo te llamas?, ¿de dónde eres?, preguntas
retóricas que poco importaba al público masculino que más que palabras buscaba
carne en su mayor expresión. Una de
estas preguntas retumba en la utopía de
los humanos y en la búsqueda incesante de algo que ni sabemos describir. ¿Qué
buscas en América? – la felicidad- respondió la inmigrante agachando su
mirada.
La primera guerra mundial agobiaba
al mundo, muchos europeos abandonaron sus tierras entre ellas las hermanas Eva y
Magda Cybulska, dos mujeres que huyeron en busca de la felicidad y la libertad,
aquella que les era arrebatada tras el sonar de las armas y las calles llenas
de cadáveres y que ahora se posaba
majestuosa con antorcha en la mano en la saladas aguas del mar americano.
No hay otra libertad para
encontrar en los Estados Unidos, una libertad mal llamada también felicidad que
no es más que un fetiche y un mito para los más desgraciados del mundo
entero. Una libertad casi que pedida por
correspondencia y que esquiva a cualquier intento mundano por alcanzarla. La maldad humana personificada magistralmente
en el personaje de Bruno Weiss (Joaquin Phoenix), un proxeneta judío enamorado
de la inmigrante pero más del placer, el poder y el dinero, es sin duda un fiel
retrato a escala del capitalismo corrupto y enceguecedor, que puede darte
muerte con una sonrisa bondadosa en la cara.
A eso se va tras la libertad y la felicidad a Norte América y muchos
otros países; a morir al igual que en cualquier parte del mundo, pero con un agravante,
a morir, en la mayoría de los casos huérfanos
de nuestra dignidad.
James Gray no ofrece una película
melodramática, encerrada de situaciones insípidas, pero profundamente
emocionales que descarna una crítica en doble vía del problema más grave que tiene
tierra la famosa tierra prometida, los inmigrantes. Aquellas personas, aquellos humanos que al
pisar suelo “americano” transgreden su naturaleza para convertirse en
sirvientes de cualquier índole. La historia de Eva conmueve, pero también despierta
ciertos placeres que es mejor saborearlos de lejos; prostituirse disfrazada de
la estatua de la libertad, del mayor simbolismo de poder y engaño de un país, es un bofetada clara al idealismo retórico del
sueño americano.
Las brillantes actuaciones, la estética
delicada e impecable, la ambientación del Manhattan de los años 20 y la
nostalgia de un sueño que no fue, y que no será, encierra una cofradía de
desmitificaciones y sueños irreales,
porque para ser sueño tienen que darse o sino la utopía de la felicidad se
desvanece en la mente y no en la acción.
El sueño de Eva y su hermana Magda se desvanece, nunca muere para
siempre, por el contrario, desnuda la sensatez y la honestidad de los
personajes que más que nunca nos señalan que la felicidad y la libertad no son más
que una utopía que no se cansa de existir.
Ver trailer: https://www.youtube.com/watch?v=WEIuYJpk2-0
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